Abrir La Cuarta Pared 1

Romper la cuarta pared es una expresión que viene de las artes, el teatro…romper esa pared invisible que separa a los personajes de los espectadores. Conectar con el público, entablar un diálogo.

A través de la historia, las ciencias y las instituciones se han convertido muchas veces en edificios rígidos que han condicionado prácticas y saberes.

Esto hace que surjan movimientos críticos con estas formas de pensar y de hacer.  Algunos se traducen en otras maneras de abordar la realidad, abren otros espacios y lo más importante es que generan diferentes miradas sobre lo que somos y lo que hacemos.

En la historia de la Educación Social se ha ido pasando de oficios con historias, a configurar un cuerpo de conocimientos, otorgarle un nombre y un apellido, una titulación y comenzar a construir una profesión.

Este no es un punto de llegada, sino una de las estaciones del camino.   Creo que para crecer hay que seguir cuestionando saberes, revisar la praxis, escucharnos… sin olvidar el acervo del oficio artesanal y saber de dónde venimos.

La Educación Social también ha participado para derribar la cuarta pared de las instituciones tradicionales. Quizás ha fraguado sus experiencias fuera de los despachos y las instituciones educativas más formales.

Siempre con un gran esfuerzo para no perder las señas de identidad y mantener un dialogo abierto con las contradicciones.

No somo los únicos, porque solo tenemos sentido trabajando en equipo. No somos las mejores, porque escuchamos a los que están cerca. No somos imprescindibles, pero nos hemos reconocido esenciales.  

No somos profesionales por gracia del título, ni de divinidad alguna.

Por esto, para seguir creciendo, deberíamos cuestionarnos lo que hacemos. Pero… ¿De verdad lo hacemos?

En las urgencias y los conflictos muchas veces cerramos herméticamente nuestro cotidiano, para que no se filtre ningún malestar. Esto puede mantenernos a salvo del desánimo y la impotencia, pero nos expone a repetir rutinas. A repetir secuencias con un mismo código. 

Si no oxigenamos las rutinas, las prácticas pueden convertirse en burocracias rígidas que contradicen la ética y la deontología que seguimos construyendo como guía.

No debe ser un cuestionamiento diario, pero sí permitirnos un momento y un espacio para poner el foco con más potencia y poder contemplar las escenas cotidianas en equipo.

Quiero pensar que hemos venido a derribar la cuarta pared de las instituciones. Abriendo las ventanas y las puertas para que entre el aire fresco de lo cotidiano y de los saberes mundanos.

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